Alajuela y Volcán de Poás: despedida de Costa Rica

Ahora sí, llegó el último post de Costa Rica. Esta vez no va a ser un post muy largo, así que no os asustéis, que no va a ser como los otros. Sólo quiero contar cómo fueron mis dos últimos días en Costa Rica antes de regresar a España. Aquellos dos días los pasé en la ciudad de Alajuela, al ladito del aeropuerto internacional, y aproveché para visitar el cercano Volcán de Poás. Hice algunas compras pendientes, comí algo de comida tica y me fui despidiendo del país con tranquilidad. Llegué a Costa Rica a primeros de agosto del año pasado con muchas ilusiones, nervios y esperanzas; era el momento de cumplir uno de los grandes sueños de mi vida. Sabía que como mínimo me quedaría hasta Navidades, que era cuando tenía previsto acabar mi tesis, pero como máximo… como máximo no tenía ni idea. No descartaba la idea de quedarme a vivir en este país si surgía la oportunidad (trabajo, amor, un lugar que me llamara para asentarme, etc), pero la oportunidad no se dio. Sin embargo me quedé casi nueve meses, tiempo que aproveché bien para visitar lugares y vivir una serie de experiencias.

Nuevamente fui invitada en un hostel de Alajuela a pasar mis dos últimas noches en Costa Rica (22 y 23 de abril), en el mismo hostel donde ya había estado a primeros de noviembre del año pasado, cuando mis amigos españoles vinieron a visitarme. Por si no habéis leído mis posts anteriores, el último mes en Costa Rica estuve haciendo «fam trips» para mi recién creada empresa de viajes online. Este hostel de Alajuela, Trotamundos, es sencillo y sin grandes lujos, pero confortable y con todo lo necesario. Por $12 la noche, tenéis alojamiento y desayuno, y además hay una cocina a disposición de los huéspedes y un servicio gratuito de transfer al aeropuerto a determinadas horas.

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Península de Osa: Colofón de mi gran viaje en Costa Rica

Ya llegó el momento de escribir la penúltima entrada de la serie que he dedicado a este país en el que he tenido la fortuna de pasar casi 9 meses de mi vida. Han pasado casi tres meses desde que regresé y hoy me he estado acordando de estas tierras, quizás provocado por algunos emails de lectores que me han llegado últimamente pidiendo información para viajar a algunos de los lugares que visité. Ya me estoy acercando al momento de despedirme de Costa Rica de momento, hasta que la vida me vuelva a llevar allí alguna vez. Esta entrada es sobre Península de Osa, uno de los lugares más fascinantes del país, y que yo tenía reservado para el final, como postre de un gran festín de naturaleza que me ha había estado dando en todo este tiempo.

La Península de Osa es una península localizada en la costa suroeste del Pacífico, cerca de Panamá. Administrativamente pertenece a la provincia de Puntarenas, aunque nunca he entendido muy bien por qué ya que está en la otra punta del país y lejos de los otros sitios de la provincia.  En muy poco espacio se dan gran número de hábitats tropicales y su biodiversidad es una de las mayores del planeta. El lugar más conocido de la península es el Parque Nacional de Corcovado, el área protegida más grande de Costa Rica. Este era mi principal objetivo del viaje aunque también os contaré de otros lugares que pude conocer en la península y que no me dejaron indiferente. En total mi viaje en Península de Osa duró una semana y me alojé en tres sitios distintos; a todos ellos pude viajar gratis porque me ofrecieron «fam trips».

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Los sabores de Costa Rica

Como continuación al post anterior, he creado este sobre la gastronomía de Costa Rica, ya que me parecía que bien merece un post aparte y así no saturar tanto el post sobre Costa Rica y sus curiosidades. Después de pasar 9 meses allí, tuve la oportunidad de probar casi todo lo más importante de la gastronomía «tica», y algunos de los platos que comí pude fotografiarlos para mostrarlos aquí. La gastronomía de este país es producto del mestizaje de las distintas culturas que han pasado por aquí: indígenas, españoles y africanos, y luego algunos elementos europeos y asiáticos que se han añadido con el tiempo.

Los frijoles negros y el arroz blanco nunca faltan en la mesa de los «ticos», siendo muy común comerlos en las tres comidas diarias. En el desayuno, lo frien con aceite y un poco de cebolla hasta quedar tostado, lo que se llama gallo pinto. Luego está el famoso casado que lleva arroz hervido, frijoles, ensalada y carne (a menudo pollo), y suele ir acompañado con yuca o plátano frito (ambos muy famosos en la gastronomía tica). A veces el casado puede llevar pescado o camarones (como aquí llaman a las gambas), o huevo o algunas verduras, no hay nada fijo ni establecido. Este plato se llama así porque es la comida que solían comer los hombres casados en Costa Rica.

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Curiosidades y algunas de mis impresiones sobre Costa Rica y los «ticos»

Tenía pendiente escribir un post como este, un post que hablara de mis impresiones sobre Costa Rica, un país en el que tuve la fortuna de pasar 9 meses de mi vida, y también sobre su gente, los costarricenses (llamados «ticos» coloquialmente). Según pasaba el tiempo allí, fui observando una serie de curiosidades que me llamaban la atención, pequeñas cosas que allí eran cotidianas y normales, pero que en España no las iba a encontrar. Igual me pasaba con los «ticos», que cuanto más tiempo pasaba con ellos, más diferentes me parecían sus costumbres, expresiones y formas de entender la vida, a pesar de la gran influencia que tienen de la cultura española.

Costa Rica

Costa Rica es conocido internacionalmente por ser el país de la «pura vida», una frase que dicen constantemente y que utilizan para todo, ya sea para saludar, para decir que están bien, para hablar de la calidad de alguien como persona, para despedirse,… No hace falta que hables mucho tiempo con un «tico» para que en algún momento pronuncien la famosa frase, y si pasa alguien que conocen junto a ellos, te darás cuenta que es el saludo más habitual. ¿Y qué simboliza «pura vida»? Pues simboliza la vida simple, alegre, optimista, natural y acogedora de la Costa Rica tradicional, algo que muchos «ticos» aseguran tener en sus genes. Esta frase la han utilizado varias marcas del país como distintivo de sus productos en el extranjero, y también el Instituto Costarricense de Turismo (ICT) lo utilizó como eslogan publicitario en varias de sus campañas. Yo creo que en este último caso debieron pensar también en la naturaleza exuberante de este pequeño pero diverso país. Eso pensaba yo cuando estaba inmersa en semejante paraíso, porque estando allí, rodeada de aquella fauna y flora tan espectacular y fascinante, todo lo que venía a mi mente era que esto es la «pura vida».

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Días de playa y granja en Montezuma (Península de Nicoya)

Mi último mes en Costa Rica (abril 2014) comenzó en la Península de Nicoya, en concreto, Montezuma, una famosa playa con ambiente hippy. La Península de Nicoya es la península más grande de Costa Rica, bañada por el Océano Pacífico, y en sus costas puedes encontrar playas de finas arenas, acantilados, bahías, ríos, etc. Hay bosques tropicales secos, y el clima es más cálido y seco que en otros sitios del país. Abarca las provincias de Guanacaste y Puntarenas (al norte del país), y es un destino muy turístico por sus famosas playas. También hay varios parques nacionales que merece la pena visitar.

Mi trabajo en Rancho Margot terminó a finales de marzo y después de pasar unos días visitando algunos lugares de la zona de Arenal, viajé a Montezuma. Fui allí por varias razones: por probar en un lugar muy diferente de donde había estado en los últimos meses (Arenal y Monteverde), porque varios amigos y conocidos que habían estado allí me lo habían recomendado y porque conseguí un voluntariado para unos días. Me quedaban más de tres semanas antes de regresar a Costa Rica y no me apetecía mucho dar vueltas por todo el país, aparte de que ello suponía un gasto de dinero considerable (no olvidemos que Costa Rica es el país más caro de Centroamérica). Por eso me fui a una granja cerca de Montezuma para hacer un voluntariado de diez días, y aquello fue toda una experiencia que contaré a continuación.

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